20 jun 2011

La fábrica de bebés

Al Memorial José Fabella lo suelen llamar 'fábrica de bebés'. Este hospital de Manila, fundado en 1920, se ha convertido en la maternidad donde nace la quinta parte de los niños de la capital filipina: con una media que ronda los 80 partos diarios, aunque en algunas jornadas de especial ajetreo supere el centenar, sus salas abarrotadas son un caótico barullo de mujeres y bebés que ocupan cualquier hueco disponible. Cada cama se reparte entre tres madres y sus hijos en condiciones que parecen anárquicas, aunque médicos y matronas se mueven con sorprendente seguridad en medio de esa confusión de cuerpos y llantos. El esforzado personal no se merece la ironía de los manileños, a quienes les gusta decir que, si viniste al mundo en el José Fabella, es muy probable que te entregasen a la familia equivocada.

Las instalaciones del centro médico, insuficientes para ese volumen de nacimientos, se han convertido en una metáfora de la nación asiática, a la que algunos también han dado en referirse como 'fábrica de bebés'. Filipinas es el decimosegundo país más poblado del mundo, con un censo estimado de cien millones de personas, y sigue acumulando habitantes a un ritmo que tiene muy preocupados a sus gobernantes. La tasa de crecimiento anual supera el 1,9% y existen algunos detalles particularmente alarmantes: en los estratos sociales más desfavorecidos, la proporción de embarazos no buscados alcanza el 44%, ya que cuatro de cada diez parejas pobres no utilizan ningún método anticonceptivo. En el José Fabella, no resulta raro encontrarse con madres que dan a luz a su noveno o décimo hijo, sin saber cómo seguirán estirando unos ingresos que ya se quedaron cortos con el primero.

Las autoridades consideran que ha llegado la hora de tomar medidas. En realidad, llevan dieciséis años intentándolo: desde mediados de los 90, distintos borradores de la Ley de Salud Reproductiva se han estrellado invariablemente contra la oposición de la Iglesia, muy poderosa en un país donde el 80% de la población se declara católico. Actualmente hay dos proyectos en curso, uno en cada cámara del Parlamento, y parece que esta vez sí pueden salir adelante. Cuentan para ello con el decidido apoyo del presidente, Benigno Aquino III, que se ha mostrado dispuesto a asumir la excomunión con la que le amenazó algún obispo: «A mí me enseñaron en la escuela, que era una institución católica, que el árbitro final es realmente nuestra conciencia», ha dicho. El texto, de un progresismo bastante prudente, se centra en que el Gobierno brinde información sobre planificación familiar, ofrezca anticonceptivos gratuitos a los necesitados e implante la asignatura de educación sexual en los colegios.

Fuente: diariomontanes.com

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